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viernes, 9 de marzo de 2007

Faccia a faccia col nemico

Llovió por fin en Buenos Aires; el calor se estaba haciendo apenas tolerable y la humedad hace que de cada cosa que nos rodea emane una pegajosidad casi asquerosa.
Sensación viscosa que se reproduce en las paredes, los pisos, la ropa y nuestros propios cabellos. Los olores comienzan a mezclarse, el hedor se nota y se lo tapa con la perfume. Se pulverizan desodorantes y los más aplicados acuden al jabón. Aún así la podredumbre social no se va, se esconde pero no muere y deja a su paso ese aroma, entre dulzón y acido, que nuestra civilizada sociedad no reconoce como propio.

La bendición de la lluvia lava los pecados de la puerta para adentro; la vuelta al hogar se hace tolerable, se siente bien el fresco. Excepto para mi nuevo vecino y los miles que como él serán nuevos vecinos de alguien cada noche.

Acurrucado con un cartón, con los pelos enmarañados, sediento, quizá un poco borracho y sin zapatos duerme alguien debajo de mi edificio. No se su nombre, si puede o no trabajar, si lo desea, sólo se que tiene frío. La lluvia para él no fue un alivio, como tampoco lo son el sol, el viento o la noche. El mármol del porche no es más blando cada día, ni su imagen mejora con el paso del tiempo.

Mañana viene Chávez a ferro, lo organizan las madres de la plaza. Hoy llegó Bush a Brasil. Negro. Blanco ¿o todo es gris? La publicidad es la medula corroída de este organismo. Publicidad a favor y en contra del imperialismo. Con Irak o sin él. Por el desarme nuclear o por una nueva bomba atómica. No importa lo que diga Chávez mañana en Ferro, es un momento clave en Gran Hermano. Si no fuera tan ingenua hasta podría pensar que éste es el nuevo golpe de estado, ya no se necesitan militares, ni uniformes, ni toques de queda. Es espontáneo la gente no habla, no piensa, no asimila, no discute, mira, mira al gran hermano.

El pobre Clemente tuvo que meterse sus papelitos en el culo, yo llegue a mi casa y volví a toparme con mi nuevo vecino, tiritaba; por las dudas y por si mañana no cambia la ideología le bajé una manta, no sea cosa que llegue el invierno y mi vecino siga tiritando.

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