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jueves, 24 de abril de 2008

Un cuento Colectivo

Esta es la historia de un hombre infeliz y una planta de limón.

“Hablale que les gusta” – le dijo la madre. Y aunque no estaba muy convencido no estaba como para descartar compañía. Al irse a acostar ese día sólo le dijo “buenas noches” y no pudo evitar sentirse un idiota.

Con el paso de los días y dadas las escasas circunstancias de diálogo en su rutina, Carlos empezó a encontrar que el consejo de su madre podría darle resultado a ambos; “No estábamos tan bien, viste cómo son los años y la convivencia, pero yo pensé que íbamos a encontrar una solución. Ella en cambio encontró a Roberto; yo se que en la relaciones las culpas son de a dos, pero cuando la vi en la cama con mi sobrino no pude dejar de pensar en que la culpa, al final, era de ella”

Sin darse cuenta, Margarita, como decidió llamarla se convirtió en su confidente. Le habló de su vida, sobre sus problemas de indecisión y lo que eso había provocado en su personalidad, sobre su timidez y sus manías.

Margarita escuchaba atenta sin perderse detalle y a veces asentía suavemente moviendo alguna de sus hojas mientras él las limpiaba con cuidado. La timidez fue desapareciendo y ella comenzó a intervenir en sus relatos con acertados consejos que se convertirían en una guía obligada para él.

Unos meses más tarde, y considerando su escasa lucidez, Carlos tuvo lo que podría llamarse una buena idea: se dio cuenta de que si la planta era tan maravillosa en las horas que pasaban juntos, su vida sería maravillosa si pasaban juntos todo el día.

Una mañana de otoño la sentó en el asiento de acompañante, la rodeó de abrigos que la sostuvieran, y salió de su casa rumbo norte destino a su trabajo.

Las horas y el día resultaron más fáciles teniendo esta compañía y pudiendo pensar las cosas de a dos. “¿Qué te parece, le mando un mail o lo llamo? ¿Actualizo el currículum para buscar un nuevo empleo o debería pedir un aumento? ¿Qué podemos cenar hoy? ¿Estas bien vos? ¿En qué estás pensando?”.

Como todas las relaciones ésta también se iba afianzando, Carlos no salía de su casa si Margarita no estaba con él, no tomaba ninguna decisión sin consultarle y cumplía todos sus deseos sin el menor cuestionamiento. Ella era lo mejor que un tipo como él podía esperar de la vida.

Las cosas marchaban tal como los dos las habían soñado, excepto que Margarita comenzaba a sentir la asfixia de no poder expandir sus raíces en la pequeña maceta. El verde de su rostro se fue tornando pálido y su buen humor se diluía con el agua que escurría de sus hojas.

Finalmente llegó el día en que viajar con Carlos se volvió físicamente imposible y no tuvo otra opción más que mudarse al fondo del terreno. Sólo la promesa de que él volvería a casa lo más temprano posible todos los días la tranquilizó. Y así lo hicieron.

Ansiosa Margarita esperaba cada tarde el sonido de las llaves girando en la puerta principal, pero esa tarde las cosas no resultaron de la manera habitual.

Carlos no salió a saludarla, las ventanas se abrieron, las valijas fueron colocadas en el cuarto y una voz de mujer avisó que estaba de vuelta.

En ese momento Margarita deseó más que nunca tener piernas, cruzar el patio y estrangularla con sus propias ramas.

Inmóvil lo vio llegar a Carlos, inmóvil lo vio sorprenderse y abrazarla. Inmóvil espero que llegara la mañana.

Es ella o yo. No hay lugar para dos en esta casa.

Sin sangre, sin gritos, sin perdón.

Desde entonces su lugar fue bajo tierra. A los pies de Margarita, de la reina Margarita, sirviendo de abono.

domingo, 20 de abril de 2008

Problemas técnicos!

Después de los 80 uno puede vivir senil o morir con dignidad. No es el caso de este tío querido; debo reconocer que sus ochenta y algo están causando algunos problemas, más no creo que sean los años que lleva encima sino los pensamientos.

Es difícil ordenar la realidad para que encaje con uno, es más difícil aún ordenarse uno para encajar con la realidad.

No diré más pues, si por cada letra que escribo está un paso más cerca de escapar. No diré más y en tanto Greg no controle sus impulsos no verá pues ni una tecla.

Censura. Autocensura al menos. Por un día. Por un tiempo, al menos.

martes, 1 de abril de 2008

PáGiNA 12 DiXIt

¡Cristina! ¡Dialoguemos, Cristina!”, gritaba Gonzalito de CQC desde la platea en Parque Norte y hacía aspavientos como si alguien se lo impidiera. En su entusiasmo por dialogar, hasta le dio un piquito a uno de los custodios de la Presidenta. Cuando pasó Néstor Kirchner repitió el pedido, pero esta vez con resultados positivos. “Dialoguemos”, le dijo Kirchner. “¿Quién manda, Néstor?, ¿todo como antes?” “Sí –le respondió el ex presidente–, todo como antes: la que manda es ella.”