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lunes, 29 de enero de 2007

Tuc, Tuc, Tuc

Me caí por la escalera y entendí lo melodramático del asunto. Es que resulta que cuando uno tomó impulso no puede parar; es un escalón tras otro: tuc, tuc, tuc y de pronto se siente el codo, la rodilla, la cabeza, tuc, tuc, hasta que terminas en el piso, estampado, cruzado y sin saber como levantarte.
Las primeras tres cuadras camino al Bowen me reí, las siguientes dos horas que hablo Dolina no pude escuchar porque no podía acomodarme en el asiento sin dejar de sentir cada pequeño o gran moretón que iba apareciendo.
Al fin, lo bueno de caerse por la escalera es que es una nueva experiencia por contar. No es como cualquier otro golpe; es como una caída en cámara rápida, pero pausada, con cada nuevo escalón es una idea que se te aclara o que se oscurece para siempre.
Aún así pequeños niños y por divertido que parezca absténganse, al menos por unos años, de rodar por escaleras, ya pasado el tiempo verán o no las ventajas del asunto y podrán tomar su propia decisión.
Gracias al portero de mi edificio que limpia día a día las escaleras.


Atte.

(miercoles 22-nov)

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